Un ligero y alegre tintineo de campanillas, se filtraba por los gruesos ventanales que daban al jardín. Pablo pegó su carita al vidrio, haciéndose una visera con las manos, para poder ver de donde procedía tan peculiar sonido. Pero no vio nada, o al menos nada interesante, sólo el abeto vestido de incontables lucecitas de colores, y el delicado manto blanco de la nieve cubriéndolo todo. Así que se acomodó frente a la chimenea, para seguir con su carta a Santa Claus.
Vixen estaba muy asustado, a lo lejos vio la cálida luz de una pequeña casa, a la que se acercó sigiloso. Pegó su redonda y húmeda nariz al frio cristal, observando como el pequeño niño, escribía algo, sentado frente a la chimenea. No sabía cómo podía haber pasado, pero había sucedido, se lo habían advertido sus compañeros, “déjate de tantas travesuras, que un día de estos, te despistas y te pierdes”.
Una vocecita interrumpió sus pensamientos.
-¡Mira papi, es Vixen, el más travieso de los renos de Santa Claus!
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