AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

viernes, 31 de octubre de 2008

Una noche con el diablo


La noche de Halloween es nuestra noche, bueno, esa y San Juan. En ambas, Marta y yo nos disfrazamos de lo que somos sin disfraz, o sea, dos brujas de los pies a la cabeza.

Aquel año el plan prometía, un morenazo que habíamos conocido el fin de semana anterior, nos había invitado a una fiesta de alto standing , así que como nuestros disfraces habituales tienen mucha creatividad pero muy poco “standing”, pues nos rascamos nuestro apretado bolsillo y alquilamos dos disfraces de esos que quitan el hipo.

Más que dos brujas parecíamos dos zorrones, claro que para esa época teníamos mucho de las dos cosas.

A las doce de la noche, lejos de salir volando con nuestras escobas, fuimos recogidas por una impresionante limusina, que trabajo tuvo para moverse por las estrechas calles de nuestro barrio.

No sabíamos a dónde íbamos, y hoy en día todavía no sé a dónde fuimos, pues los cristales oscuros no nos dejaban ver el camino. Tuvo que ser lejos, pues permanecimos largo rato en el vehículo en el que no faltaba absolutamente de nada, había comida y bebida para todo el fin de semana.

Cuando llegamos y el chofer nos abrió la puerta, ante nuestros ojos apareció un precioso castillo medieval.

A nuestros pies una alfombra roja nos marcaba el camino en el que nos recibieron dos mayordomos que parecían sacados del cuento de cenicienta.

Nos acompañaron a la entrada, y al abrir la enorme puerta de ébano labrada, apareció ante nuestros ojos un señorial vestíbulo vestido con impresionantes frescos.

Mis ojos querían abarcar cada rincón, cada detalle, había piezas valiosísimas dignas del mejor de los coleccionistas.

Marta que nunca ha sentido la llamada de las antigüedades y las obras de arte, me empujó para que siguiera andando. Los mayordomos nos abrieron una puerta de doble hoja tras la que un montón de gente disfrazada disfrutaba de la fiesta.

Así que allí nos plantamos con nuestros disfraces de descarados escotes y transparencias provocadoras.El morenazo vino a nuestro encuentro y empezó a presentarnos a un montón de personajes terroríficos que nos ofrecían sonrisas sangrientas.

La música sonaba sin parar, y el alcohol y las drogas corrían sin pudor de mano en mano. Extravagantes parejas se devoraban por los rincones, cada vez había más gente, y cada vez, la música sonaba más fuerte.

Según pasaban las horas el frenesí y el descontrol iba apoderándose de los presentes. Nunca me han gustado los ambientes viciados, así que como Marta hacía rato que se había perdido con el morenazo, decidí marcharme.

Empecé a caminar entre la gente que bailaba sin control, una extraña sensación me recorría, me sentía rara, incomoda, de pronto sin pensarlo, sin que mi cerebro le diera la orden a mi cuerpo, me giré. En ese momento creí que había sido una sensación mía, pero ahora sé que no, que fue real, todos los que allí estaban se quedaron como congelados en una imagen inmóvil, todo se paró, todo menos tú y yo.

Pronunciaste mi nombre, que me sonó extraño, desconocido, mi piel se erizó, y mis pezones abultaron la apretada camiseta que los cubría. En ese mismo instante tu erección se hizo evidente, y un calor intenso nació entre mis piernas.

No hubo preguntas, ni presentaciones, tu mano como una garra asió la mía, y prácticamente flotando atravesamos el salón. Tras de ti ascendiendo por la escalera tropecé, y al girarte vi tus ojos felinos de color ocre que me atravesaban. No fue miedo, pero sí un frio extraño lo que sentí.

Llegamos frente a una puerta que abriste con una extraña llave, al cerrarla tras nosotros se mimetizó con la pared de tal forma que se diría que nunca hubiera estado allí.

La estancia era espaciosa, impresionante, decorada con toda la tonalidad de rojos que puedan existir. En el centro una cama de grandes dimensiones dominaba la alcoba, sobre ella un espejo que animaba a dar rienda suelta a la imaginación.

Te abalanzaste sobre mi cual depredador sobre su presa, tus manos como zarpas desgarraron mi ropa, y sin apenas darme cuenta me quedé desnuda ante ti. Tu desnudez me pillo desprevenida, no recordaba haberte quitado la ropa, pero daba igual, tu piel tersa sobre tus músculos trabajados enajenaron mi mente.

Caí sobre la cama y tú sobre mí, el espejo me devolvía nuestra imagen, parecíamos dos fieras salvajes. Tus dientes desgarraban mi piel y tus uñas la surcaban dejando señales sangrientas allí por donde pasaban.

Sonreíste y dos incisivos afilados asomaron amenazantes. De pronto sin saber cómo, me encontré atada por las muñecas, me miraste a los ojos y te relamiste, supe que me ibas a devorar.

Buceaste entre mis piernas adentrando tu lengua por las cavernas de mi intimidad. Nunca había sentido tanto placer, mi cuerpo convulsionaba sin control. El fuego quemaba nuestros cuerpos, ardíamos entre las llamas de la pasión maligna que nos invadía.

Miré el espejo y entonces te vi sobre mí, tu cuerpo no era tu cuerpo, eras una fiera infernal que me poseía, y entonces noté como penetrabas en mi con tu sexo viril, tan grande, tan henchido que me desgarraba por dentro, el placer y el dolor se entre mezclaban, oí mi propia voz en un grito desgarrador que me estremeció el alma, era como vivirlo en primera y tercera persona a la vez.

Mi vista se nublaba, tenía miedo a perder el conocimiento, todo pasaba entre brumas. Conseguí soltar una de mis muñecas y metí mi mano en mi entrepierna para tocar el líquido caliente que corría por ella. Cuando la volví a mirar, estaba cubierta de sangre espesa y brillante de color rojo oscuro.

No sé si me desmallé, o me quedé dormida, pero cuando abrí los ojos las sabanas que me cubrían eran blancas, como las paredes de la habitación llena de luz en la que me encontraba. Todo permanecía en calma, y el orden dominaba la estancia, una suave brisa mecía unas campanitas que tintineaban alegremente. Todo era perfecto, pero tú… tú no estabas.

Pensé que había sido un sueño, que alguien me habría puesto algo en la bebida, y todo había sido fruto de mi mente alucinada, pero al levantarme, las sabanas dejaron mi cuerpo desnudo al descubierto, y lo vi reflejado en un espejo, marcado por tus garras.

Desde entonces, te busco por los infiernos.

jueves, 23 de octubre de 2008

Besos


No fue uno, fueron varios, a decir verdad fueron muchos, cientos, miles, o quizá infinitos. No sé, perdí la cuenta, pero sí sé, que resbalaban por mi cuerpo. Algunos se deslizaban por el hueco de mi axila, otros trepaban por la curva de mi pecho, también los había que se escondían en mi ombligo, los más atrevidos se perdían entre mis piernas, y los tímidos, descansaban en mi cuello. Todos, incluso los que se balanceaban en mi pelo, eran tuyos, pues de nadie más podían ser.


Algunos suaves, otros profundos, serenos también los hubo, pero sobretodo los tuvimos locos, desenfrenados, apasionados. Se colaron por debajo de mi piel, se ocultaron entre las vertebras de mi espalda, acariciaron mi corazón, y me pellizcaron el alma.


Sabían a añoranza, a nostalgia. Algunos, venían directamente de mis sueños, y otros, simplemente los inventabas. Nacían y se evaporaban, los míos los quemaba tu piel, a los tuyos, les busqué un lugar donde guardarlos, para que no se desgastaran.


En ellos nos perdimos, dos almas desesperadas, sin espacio, sin tiempo, desafiando al vacio, que eterno nos separa.


Allí nos encontramos, y allí pude ver tu cara, reflejo de tus deseos, que lo impregnaban todo con su fragancia. En aquel lugar, donde el sexo no necesita cuerpos, donde no hay distancias, donde las sombras lo cubren todo, cuando despliegas tus alas, en aquel lugar nos encontramos, en aquel lugar, nos devoramos las almas.

jueves, 9 de octubre de 2008

Tu reflejo


Tu espalda a contraluz brilla como si fuera de charol, y su suave curvatura no sé porque, me recuerda a las carreteras de la costa, que sutilmente cortejan al mar.
La imagen de los músculos prietos y estáticos de tus glúteos, se enreda en mis pensamientos creando un nexo indisoluble, que ya, inevitablemente, permanecerá en mi recuerdo, hasta mi propio fin.
Como a traición, sigilosamente, así, como quien no quiere la cosa, me aprieto contra tu espalda que ahora más que nunca, se me antoja como un camino hacia ninguna parte.
Mis manos recorren tu pecho, fuerte, masculino, suave, y cálido, muy cálido. Apoyo mi cabeza en tu hombro, ese hombro sobre el que nunca he llorado, y el aroma de tu piel me envuelve empapando mis papilas, hasta anegarlas de ti.
Si sólo fueras un sueño del que poder despertar, pero no, estás aquí, real, humano como yo, mortal como el que más, y dañino, dañino para mi, para todo lo que soy, y lo que no puedo ser si tú no estás.
El frio templa mis ganas, y mi cuerpo tembloroso se aparta de ti. En esa pequeña distancia te observo, y en la gris penumbra percibo tu lento movimiento, lento y cauto, me giro, no quiero que te vean mis ojos.
Tu torso contra mi dorso, son ahora tus manos las que cubren mi pecho, en mi cuello siento tu cálido aliento, cálido, como brisa de desierto. Si te busco no te encuentro, y si no te busco, allí te tengo.
Quizás somos sólo un pensamiento, de alguien, que se remueve inquieto en sus adentros, una ilusión ilusionada, de quien enamorado, sueña despierto. Y si así es, y somos un amor ajeno, porque he de sufrir, pensando que quizás te pierdo.
Como leyendo en mi cerebro, me aprietas contra tu pecho, casi no `puedo respirar, y lo entiendo, somos reales, verdaderos, somos dos seres entrelazados que buscan un sólo centro, la unión de los elementos, fuego y aire, aire y fuego, tierra, agua, todo un universo, en el que fundirnos apasionados, y perdernos en nuestros besos.
Un relámpago irado ilumina nuestros cuerpos, que yacen en el suelo, enlazados, unidos, revueltos. Nos envuelve el silencio, el silencio apasionado de dos amantes en celo, me posees, te poseo, me muerdes, te muerdo, en tus ojos veo el deseo, y en los míos… sólo cabe tu reflejo
.