AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Noche de Reyes



Agatha permanecía sentada en el sofá, con sus piernecitas cruzadas como si fuera un indio, y sus redondos ojos negros abiertos como platos. Llevaba ese pijama de felpa rosa con perritos blancos, que tanto le gustaba.


Elenita, la única niña de toda la clase que sacaba sobresaliente en todas las asignaturas, menos en gimnasia, le había dicho que los reyes magos no existían. Agatha se lo había negado con todas sus fuerzas, hasta que las lágrimas inundaron sus ojos y no le dejaron ver. Pero Elenita, riéndose de forma chirriante, se lo repetía una y otra vez, “los reyes no existen, los reyes no existen, son los padreeeeeess”.

Así que Agatha, había decidido quedarse despierta toda la noche, para poder comprobar por ella misma, quien eran los Reyes magos. Sus padres no habían podido convencerla, así que se habían ido a la cama, a la espera de que la niña se quedara dormida.

Sentada en el sofá, le contaba cuentos y cantaba canciones a Tico, su precioso oso de terciopelo rojo, para evitar dormirse. Pero cada vez le costaba más mantener sus grandes ojos abiertos, y poco a poco iba cayendo en los confortables brazos de Morfeo, cuando de pronto, oyó un ruido.

Ante ella, y por todo el comedor, revoloteaban pequeñas partículas doradas, como si un polvo de hadas lo envolviera todo. Allí estaba lo que había pedido en su carta, el cochecito para llevar a Tico, el vestido de princesa, el tocador mágico, y el juego para crear perfumes, además, había otros paquetes envueltos que no sabía que eran, ¡los reyes siempre la sorprendían!

Un extraño movimiento llamó su atención, fugazmente pudo ver como desde la puerta, Baltasar le guiñaba un ojo y desaparecía sin dejar rastro. Agatha, rendida por el sueño y la emoción, abrazada a Tico, se quedó dormida.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Vixen

Un ligero y alegre tintineo de campanillas, se filtraba por los gruesos ventanales que daban al jardín. Pablo pegó su carita al vidrio, haciéndose una visera con las manos, para poder ver de donde procedía tan peculiar sonido. Pero no vio nada, o al menos nada interesante, sólo el abeto vestido de incontables lucecitas de colores, y el delicado manto blanco de la nieve cubriéndolo todo. Así que se acomodó frente a la chimenea, para seguir con su carta a Santa Claus.


Vixen estaba muy asustado, a lo lejos vio la cálida luz de una pequeña casa, a la que se acercó sigiloso. Pegó su redonda y húmeda nariz al frio cristal, observando como el pequeño niño, escribía algo, sentado frente a la chimenea. No sabía cómo podía haber pasado, pero había sucedido, se lo habían advertido sus compañeros, “déjate de tantas travesuras, que un día de estos, te despistas y te pierdes”.

Una vocecita interrumpió sus pensamientos.

-¡Mira papi, es Vixen, el más travieso de los renos de Santa Claus!

Aquella noche buena


La noche coronada de pequeñas luces de colores, cubría con su oscuro y frio manto, los frágiles hombros de la débil anciana. Una vieja televisión como única compañía, llenaba de villancicos la estancia. Aquella que fue hija, hermana y madre, y que no supo si fue abuela, cerró sus ojos mientras su delicado cuerpo, dejaba de tiritar en el sofá. Una sutil luminiscencia entró por la ventana, colmando la habitación de brillantes destellos, que se fueron posando sobre los escasos y roídos muebles. Un ligero siseo de roce de alas, y una sola lágrima, al final de la luz, un ser alado con sus brazos abiertos, con un, ¡feliz navidad!, en sus labios, y lleno de paz, recibió a la anciana.