AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

lunes, 29 de junio de 2009

Sentirte

En la noche solitaria y silenciosa, leo tus letras en las que me gusta revolcarme, tus palabras resbalan por mi cuerpo dejando un rastro húmedo, brillante, impregnando mi piel de tu esencia. A veces se agarran con tanta fuerza, que me provocan heridas, heridas que se hunden en mi carne, hasta llegar a mi alma dejando en ella cicatrices, imposibles de curar.

Quisiera oírtelo decir, que soy yo a quien buscabas, quisiera, que una tarde de otoño, sentada en mi roca respirando el mar, te acercaras sigilosamente y me abrazaras por la espalda. Sin necesidad de verte, sólo sentirte, olerte, escucharte.

Te entregaría mi alma, para que la enredaras con la tuya, para que escribieras con tus letras mis sentimientos, para escribir yo con las mías tus anhelos. Para ser uno en dos, para sentir el placer que no alcanza el cuerpo.

Quisiera sentirte, desde dentro, sentirte, sin espacio, ni tiempo.

domingo, 28 de junio de 2009

Olimpia

Olimpia caminaba despacio por la ardiente acera que reflejaba los rayos solares que caían pesados sobre ella. Su falda se balanceaba al ritmo de sus caderas sobre las que descansaba la traslúcida tela. La luz perfilaba la contorneada silueta de sus largas piernas, y el aire esparcía por doquier su aroma de almizcle.

A poco le calculaba unos treinta años, lo suficiente para pasar inadvertido a sus caramelizados ojos, en los que me hubiera sumergido a plena apnea.

Andaba tras ella sigiloso observando sus glúteos subir y bajar bajo la tela, mi mente los dibujaba desnudos, suaves, prietos, rosados, con el frescor de la hierba buena. Seguía sus pasos hipnotizado imaginando su piel entre mis manos, su cuerpo contra mi cuerpo, su boca bajo mi boca. Y sin esperarlo, se giró. Sus pezones henchidos, erectos, abultaban la fina tela apuntándome directamente, una erección implacable abultó mi sexo. Ella se rió y su carcajada rebotó en las esquinas de la solitaria calle repitiéndose una y otra vez.

Yo me quedé quieto, estático, atrapado por la sensualidad de su suntuoso cuerpo que paralizo mis sentidos dejando esculpida una estúpida sonrisa en mis jóvenes labios. Sus ojos caramelo me observaban divertidos, mientras una de sus manos cogió la mía. Ante mi perplejidad, llevó mis dedos a la altura de sus pechos y sin retirar la mira de mis ojos los pasó suavemente sobre sus pezones de mármol. Por un momento pensé que la cremallera de mis pantalones iba a explotar, pero ante su resistencia un dolor ardiente se apodero de mi entrepierna.

-¿Qué edad tienes?

Su voz cálida me cogió por sorpresa. Dudé entre decir la verdad o mentir, y justo cuando iba a contestar, ella me interrumpió.

-Da igual, ¡vamos!
Empezó a andar con paso firme, volviendo a balancear la falda al compás de sus caderas. Yo ahora seguía sus pasos sin disimulo, observando cómo se hinchaban una y otra sus nalgas al caminar.

Nos adentramos en un pequeño y oscuro portal que albergaba una empinada escalera de altos peldaños por los que subimos rápidamente. No sé exactamente si fue en el tercer o cuarto piso en el que introdujo una llave que sacó de entre sus pechos. Al abrir la puerta la luz se abrió paso por el hueco del marco. Grandes ventanales daban paso a los destellantes rayos solares que resbalaban por las blancas paredes de toda la casa.

Olimpia entró sin decir nada, yo la seguí por el pasillo observando su silueta contornearse, mientras se desabrochaba la cremallera lateral del vestido, que cayó al suelo sin hacer ruido. Lo noté resbaladizo bajo mis zapatos que no lo pudieron esquivar debido a que toda mi atención estaba en ese imponente cuerpo que lucía bsolutamente desnudo, como la Venus de Velázquez.
Se adentró en una habitación en la que la luz era mucho más tenue, en el aire flotaba un ligero aroma a incienso que otorgaba un toque exótico a la estancia. Se tumbó sobre la gran cama de impolutas sabanas del color del buen vino. No podía apartar mis ojos de esos pechos de sobresalientes pezones oscuros. Entonces abrió sus piernas dejando al descubierto su sonrosado sexo absolutamente rasurado. Me recordó a un jugoso y rebosante fresón que deseé comerme.
Ella posó su mano sobre su sexo y empezó a acariciarse. El dolor en mi entrepierna comenzó ahora con más intensidad, y me apresuré a liberarlo. Me desnudé bajo su atenta mirada que me recorría lentamente mientras se mordía el labio inferior.

Se incorporó quedando sentada sobre la cama y me hizo un gesto para que me acercara. Acarició mi pene pletórico, rebosante, y pensé que iba a estallar cuando noté sus labios cubrirlo. Sentí su lengua húmeda, cálida, blanda. Empezó a moverse en lentos movimientos, succionando cuidadosamente, no podía retenerlo más, notaba como subía con fuerza pero no quería correrme todavía, así que la aparté. Ella me miró sorprendida y sonrió. Volvió a tumbarse y se abrió completamente de piernas. Me agaché y le lamí el clítoris, los labios, saboree su carnosa vulva, mientras ella se estremecía y abría aún más sus piernas. Acompasado por un agudo gemido su flujo manó cálido, sabroso, me embriagué del elixir de su cuerpo.

Quedó tendida, exhausta, quieta, mientras yo la penetraba. Al entrar en ella su cuerpo reaccionó, volviendo a la pasión aún no agotada. Ya no podía aguantar, el deseo era demasiado intenso, así que mis movimientos fueron rápidos, enérgicos, y nuestros cuerpos convulsionaron por el placer a un mismo tiempo.
Tras la pasión la calma, caí rendido en un profundo sueño en el que volví a poseer su cuerpo. Al despertar, ella no estaba, las suaves cortinas ondeaban movidas por la brisa, el olor a incienso seguía flotando en el ambiente, desesperado fui a buscarla, pero después de aquel día no la volví a ver, por eso hoy, al recordarlo, me pregunto si Olimpia fue real, o sólo un cálido sueño.

miércoles, 24 de junio de 2009

Quiero...


... compartir un momento, intimo, solitario, un momento en la nada, en el arcén del mundo, un momento en el que sólo corra el aire de un suspiro, un momento, en el que todo sonido sea un gemido, y en el que la pasión, sea el único sentido… ¿hay alguien que quiera compartirlo conmigo?

lunes, 8 de junio de 2009

Guarda silencio


No digas nada, guarda silencio, sólo obsérvame mientras te miro, y deja que respiremos juntos el tiempo, no digas nada, guarda silencio, sólo quédate quieto, y deja que nuestras manos, dibujen nuestros deseos.

sábado, 6 de junio de 2009

Para todos los vanidosos


El otro día una amiga me estuvo diciendo que por qué no daba a conocer mi blog, que debería poner enlaces, anuncios, no sé, abrirlo al ciberespacio, yo le dije que esa nunca había sido mi intención, que siempre había querido crear un espacio intimo, para una diminuta minoría, como esos pequeños pubs con música en directo, un lugar donde la calma, el silencio, la paz, me den la serenidad que necesita mi alma, un lugar al que acudir cuando la rapidez y el ruido del mundo me sobrepasa. Ella me dijo que de nada servía escribir, si nadie me leía, si no tenía el reconocimiento de un público, le expliqué que a mí con quererme yo y con mi propio reconocimiento ya tenía bastante, a lo que ella replicó “ni que pintado hija, ni que pintado, lo de vanidades te va que ni pintado”.


Aún estando segura de mis razones, su elocuencia me hizo dudar, así que cuando se marchó me dediqué a visitar blogs populares y exitosos en los que sus autores se dan baño de masas en cada una de sus entradas, blogs con enlaces, publicidad, música, seguidores, etc, etc. y después de mi ciberpaseo, después de leer y ver algunos comentarios, después del bullicio de esos blogs, volví aquí corriendo, con la misma necesidad y ansiedad con la que corro cada día cuando acabo la jornada en mi taller de restauración y necesito una buena ducha, la sensación fue la misma, quería quitarme el sudor y el polvo que me cubría.


Con esto no quiero ni menospreciar, ni criticar la labor de nadie, sólo quiero decir que cada vez tengo más claro que no pertenezco a este cibermundo, que esta no es mi guerra, y que me encanta este pequeño rincón perdido, en el que vuestros silencios son mis palabras, y vuestras palabras, la música intimista de este pequeño pub.

Esperando a la oscuridad


Seguía sentada sobre la roca, esperándola. Un sentimiento agudo, punzante, me invadía llenando mis ojos de lágrimas. En el horizonte, un ser alado dando vueltas en el espacio, dibujando curvas retorcidas, subiendo, bajando, dejándose llevar.


En el aire, o sobre él, un aroma cítrico, refrescante, un aroma que me recordaba algo lejano, lejano en el espacio y en el tiempo. Entonces sonreí, me encontré con sus ojitos azules, inocentes, con un toque melancólico, triste, y junto a ellos, otros, estos verdes, chispeantes, traviesos. Ellos, los azules y los verdes, lo iluminaron todo, apagaron el sol, cegaron el reflejo de la luna.


Por un momento la ilusión me cubrió con su manto de seda, y decidí marcharme, seguir aquel camino que emprendí hace algún tiempo. Pero mi cuerpo permaneció quieto, observando el oleaje que en algún momento me salpicó con pequeñas gotas saladas, semejantes a pequeñas lágrimas pletóricas de dolor.


Y entonces la vi, con su capa negra mirándome desde la oscuridad, llamándome desde el silencio, y supe, que por ellos, bajaría al mismo infierno, y por ellos, me agarré a la roca, y sin moverme, la vi marchar.