AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

sábado, 28 de abril de 2007

Destino Cádiz I







La lluvia repiqueteaba sobre el negro paraguas de Pablo, tan negro como sus zapatos, como su jersey, como su estado de ánimo. Ya no le quedaban lágrimas que llorar. A sus catorce años había sufrido tanto, que su espalda padecía una ligera inclinación hacia delante. Hasta ahora había tenido el respaldo de su madre, pero ella se había ido para siempre. Ya no podría contemplar su rostro tierno, ni acariciar sus cansadas manos, ya no podría estampar en sus mejillas pegajosos besos de caramelo.



Se había marchado sin billete de retorno, lo había dejado sólo, con un padre que no le quería, y que le había dejado claro que no pensaba cargar con él. A Pablo le daba igual, él tampoco quería vivir con el hombre que maltratató a su madre, haciéndola sufrir de todas las formas que permite la vida.



Había hecho una pequeña maleta, en la que llevaba un poco de ropa, un par de fotos de su madre y él sonrientes, y la botellita del perfume que ella siempre utilizaba. No sabía donde iría, ni que haría, sólo tenía la certeza de que era el momento de empezar una nueva vida.



Viendo como se alejaba el coche fúnebre, cerró el paraguas dejándose empapar por la lluvia. No la acompañaría al crematorio, a fin de cuentas ella ya no estaba allí. Sacó de su bolsillo el pañuelo que había empapado con el perfume de su madre y se lo acercó a la nariz, cerró los ojos y la pudo contemplar sonriendo, incluso sintió sus labios dándole un beso. Notó como se le aceleraba el corazón y una cálida sensación recorrió su cuerpo. Sabía que ella estaba junto a él, como había estado siempre.



Caminó bajo la lluvia arrastrando su pequeña maleta de ruedas, sabía a donde iba, aunque desconocía el destino.




Al entrar en la estación lo vio anunciado en el luminoso, “Tren nº 00947 con destino Cádiz, estacionado en la vía Nº 3 efectuara su salida a las 21’30”. No cabía ninguna duda, ese iba a ser el tren de su nueva vida.



Explicó al taquillero de ojos saltones, que viajaba solo, para reunirse con sus tíos de Cádiz, única familia que le quedaba tras la muerte de su madre. No tubo que insistir mucho pues el buen hombre pudo ver el dolor de la tristeza asomarse en los ojos de Pablo.










Ya le hubiera gustado que alguien le esperara, pero por desgracia eso no era así.



Con su billete en la mano se dirigió al convoy. Caminaba seguro pero sintiendo el oscuro peso de la soledad sobre sus hombros. Sabía que todo había cambiado, que ya nada volvería a ser lo mismo, sabía que su sonrisa se había ocultado, y que su mirada traviesa había madurado como las cerezas en verano.



Subió al tren, y mientras buscaba su sitio observo a las personas con las que se iba cruzando, se percató de que habían muchas que viajaban solas. Por lo visto la soledad era la compañera de viaje de mucha gente, y él tendría que empezar a acostumbrarse.



Se sentó en su butaca y sintió como se le debilitaba el cuerpo, introdujo la mano en su bolsillo para sacar su pañuelo, se lo llevó a la nariz y cerrando los ojos se quedó dormido. El tren arrancó adentrándose en la espesa noche, mientras, Pablo en el más dulce de sus sueños, acariciaba tiernamente las manos de su madre.

domingo, 22 de abril de 2007

Violeta y amarillo



He escuchado que hoy el cielo está gris.
El mío es violeta y amarillo.
Me siento feliz.
He contemplado en el espejo una pequeña arruga más.
Pequeña muy pequeña… pero que dice tanto.
La guardare en la cajita, junto a mi gracioso michelín.

Los años no pasan en vano.
Llenaron mis ojos de estrellas.
Fortalecieron mis pasos.
Sigo siendo la misma… más lista, más bella.
Ahora tengo el mundo en mis manos
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sábado, 21 de abril de 2007

Sorbete de sentimientos




Lo miró a los ojos y dijo:

-Se que me amas, pues no puede ser de otra forma.

Él inspiró el humo de su cigarrillo, y dejándolo escapar por la nariz, cerró los ojos. Ella se tumbó abrazando su cuerpo desnudo al de él.

Cuando lo volvió a mirar, descubrió el débil rastro de dos diminutas lágrimas que descansaban sobre el masculino cuello. Aproximó sus labios para absorberlas. Las paladeó extasiada y supo, que también tienen sabor los sentimientos.

jueves, 19 de abril de 2007

Para todos los vanidosos




Es curioso, no tengo ni idea de Internet, y tampoco de informática, pero aquí estoy, con la esperanza de que me escuchen, como buena vanidosa, con el deseo de escuchar, para acrecentar mi vanidad.
Creo que en esta vida no se puede llegar a ningún sitio si no tienes, por lo menos, una pizca de vanidad
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