AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

viernes, 14 de marzo de 2008

Otros otoños vendrán


Te busco y cuando te encuentro, no estás, te has marchado, sin dejar nada atrás, te vas, sin mirarme, sin recordarme, sin piedad. Me ignoras con un profundo silencio, que me habla tanto de ti, de lo que no quieres, de que no me quieres, de qué prefieres, no quererme a mí. Y te alejas, dándome la espalda, sin mirarme, escondiéndome las lágrimas que tu orgullo callan, para poder olvidarme, y decirte, que nunca existí.

Yo me iré, intentando recordar tu recuerdo, intentando no olvidar el momento, que pudo ser, pero no fue. Me iré, a luchar otras batallas, que quizás gane mi alma, que en su soledad derrama, la sangre, que de tristeza helada, ya no calienta mi cuerpo, que tus manos dejaron desierto, antes incluso de posarse sobre él.

Lloraré, hasta la última de mis lágrimas, en un ahogado gemido, que te llegará enmudecido, y se abrazará a tus sesos, que sin saberlo, te hará permanecer unido, en el más profundo de tus recuerdos, a lo que fui, y tú no quisiste ver.

Y al final, tú sin mí, y yo sin ti, en una vida fugaz, que no supimos vivir, otros otoños vendrán, y perdidos en la inmensidad, tu amor y el mío, en otras guerras lucharán, queriendo encontrar aquello que fuimos, y que acabo en un enorme vacío, que queriendo ser olvido, se convirtió en castigo.

Pero ahora te digo adiós, te deseo lo mejor, aunque sé, que siempre te acompañare, y que aun queriendo negarme, he llegado a penetrarte, hasta aquel lugar, de tu yo más profundo, en el que juntos, en un mundo de tu imaginación, viviremos nuestro amor.

Sé que te arrepentirás, de haber callado palabras, de haber guardado silencios, y de haber usado el orgullo, como escudo, ante mí, para no tener que decir, te deseo, y deseo, que unamos nuestras mentes, que juntemos nuestros cuerpos, que tus besos sean mis besos, y mis pensamientos nazcan en ti. Sé que te arrepentirás, de no haber puesto tu pecho sobre mi pecho, y jurar amor eterno, ante la realidad, de que tu corazón suspira por mis suspiros, y mis suspiros, mueren en tu universo, habiendo querido, que abrazados, entrelazados, y amados, pudiéramos en nuestro sueño, compartir el infinito.

lunes, 10 de marzo de 2008

Lento, muy, muy lento


Sus ojos encontraron sus miradas, miradas profundas después de tanto tiempo. En ellas estaban todas las palabras escritas en el chat, explicando sus sentimientos. Tres años en un suspiro, por fin se hallaban en ese escenario perfecto, mecidos por el vaivén del mar, que ponía música a su encuentro.


Las emociones vividas, se materializaban en sus cuerpos, que después de tanto tiempo, se encontraban para poder sentir, lo tantas veces descrito.


Las manos ardientes acariciaban el cuerpo ajeno, llevando a la realidad lo infinitamente soñado, en quimeras de pasión, que ahora se quedaban pequeñas, ante tan inmensa realidad.


El cuerpo sobre su cuerpo, el aliento en su aliento, y por fin… lo sintió dentro. Sus ojos se llenaron de lágrimas, por saber no eterno el momento, y nació el movimiento, lento, muy, muy, lento.


En un susurro, como para dentro, ella dijo:


-Con calma


-Apasionada (contestó él)


-Amado y amada (dijo ella)


-En el todo, y en la nada (le suspiró él)


-ummm, con calma (gimió ella)


-ohh, con calma… y con el alma (le musitó él)


-ammm, bésame y calla (le ordenó ella)


Y en su movimiento, lento, muy, muy, lento, un cuerpo sobre otro cuerpo, un beso sobre otro beso, y un momento, que la pasión… haría eterno.

lunes, 3 de marzo de 2008

La lavanderia americana


Estaba allí, sentada frente a la lavadora industrial, observando como el bombo daba vueltas, incansable, mientras su ropa desde dentro parecía gritarle auxilio. Ella había sido una de las primeras en vaticinarle un fracaso estrepitoso a esa lavandería tipo americano, en la que a cambio de introducir unas monedas en una ranura, tenías un programa de lavado. Pues por muy increíble que a ella le pudiera parecer, el éxito había sido rotundo, a todas horas había personas esperando a que su lavadora terminara con el lavado y secado de la ropa, para poderse ir a casa.

Para Blanca era la primera vez, se le había estropeado su vieja lavadora, y el técnico después de clavarle 20 euros en concepto de desplazamiento, le había dicho que no valía la pena arreglarla, que le saldría más a cuenta comprarse una nueva.

Llevaba toda la semana yendo a tiendas de esas que te las venden más baratas porque tienen un golpecito, también había mirado en el mercado de segunda mano, pero no había encontrado nada que se ajustara a su pequeño, pequeñísimo presupuesto. Así que mientras seguía buscando, había decidido hacer uso de la lavandería americana. Y allí estaba, a las 10 de la noche sentada frente a una lavadora, observando como de vez en cuando aparecía furtivamente su sujetador rojo, peleándose por el protagonismo con su culot verde de corazones.

Estaba concentradísima en localizar sus Liberto entre todo el amasijo de ropa, cuando oyó que se abría la puerta de la entrada. Se giró sobresaltada y vio como un muchacho con look “casual” entraba en la lavandería. El chico la miró de soslayo apartando rápidamente la mirada, y sin saludar siquiera, se dispuso a preparar su lavadora.

“Buenas noches simpático”, pensó Blanca, y se quedó mirando descaradamente los movimientos de su compañero de lavado, que iba introduciendo sin ningún problema, camisetas de interior blancas, con un suéter rojo, una bufanda negra, unos tejanos azul marino, otros desgastados, una camisa verde manzana, toallas naranjas, etc., etc., hasta llegar a unos calzoncillos lilas con corazoncitos amarillos. Justo cuando estaba poniendo el detergente, Blanca no pudo más y lo interrumpió:

-Perdona, ¿es la primera lavadora que pones?

Daniel que llevaba rato sintiendo en su cogote la mirada fija de la morenaza con cazadora de cuero, pensó, “¡ya estamos!, si es que todas son iguales, se tienen que andar metiendo en las cosas de los demás, no pueden estar calladitas”, y en tono molesto le contestó:

-Pues mira no, ¿algún problema?

-Bueno bueno, no te pongas así, que no era mi intención molestarte, pero ahora que lo preguntas, pues si, mira, que yo sepa no soy transparente, y cuando se entra en un sitio que hay alguien, como mínimo se tiene que saludar, que esas son las pequeñas cosas que nos diferencian de los animales. Lo de la lavadora, te lo digo porque como la pongas en marcha, esas camisetitas blancas relucientes que has metido al principio, te van a salir de un color cachumbo que las vas a tener que tirar todas, la camisa verde manzana seguramente pasará a verde caqui y…

-Pero si resulta que la señorita ha estado espiando todos mis movimientos, cotilleando mi colada, y encima me quiere dar lecciones de educación. Pues te voy a decir una cosa, doña metomentodo…

-Oye oye, tranquilito, no te pongas impertinente, que yo sólo quería ayudarte, pero no te preocupes, haz lo que quieras, total a mi me da lo mismo si estropeas toda tu ropa.

Blanca se giró hacia su lavadora y clavó la mirada en el bombo que seguía dando vueltas sin parar.

Daniel se quedó parado frente la lavadora abierta, dudando entre ponerla y someter a su ropa a un caos inminente, o comerse su orgullo y preguntarle a la morenaza que ropa debía quedarse fuera. Tras dudar unos minutos empezó a hablar suavemente:

-Oye, mira, perdona. Ya sé que no es escusa y que tú no tienes la culpa, pero no estoy pasando por un buen momento y estoy un poco nervioso. No debía haberte contestado tan mal, ya que tú sólo me querías ayudar, así que te pido mil disculpas.

-Hummmm. Espera que me lo piense…bueno vale, estas perdonado, pero por favor, no pongas en marcha la lavadora.

El muchacho soltó una sonora carcajada que resonó en la lavandería.

-Vale, vale, pero entonces ayúdame.

Blanca se puso a separar la ropa de Daniel, mientras le explicaba su odisea con la lavadora.

Cuando ella acabo de ponerla y el bombo comenzó a dar vueltas Daniel pensativo le comentó:

-Y ahora con esta que queda ¿que hago? No da para otra lavadora ¿no tendré que lavarla a mano?

-Bueno es una opción, también puedes dejarla apestando en un cesto hasta que tengas más. Pero ahora que lo pienso, yo también tengo para media de blanco, así que si quieres quedamos mañana a la misma hora, y ponemos una para los dos.

-Bueno, si no te importa que mis camisetas se revuelquen con tus braguitas, por mi estupendo.

-Lo siento chaval, pero yo no uso ropa interior blanca, es demasiado clásica para mí.
Blanca recogió su ropa, la dobló cuidadosamente, y se despidió de Daniel hasta el día siguiente.

Llegó a su apartamento y encendió las doce lámparas que alumbraban el salón. Era una enamorada de las lámparas de todo tipo. Después encendió la televisión y fue a la habitación a cambiarse. Se sentó en el mullido sofá con un gran tazón de caldo entre las manos, y se quedó pensando en Daniel. Era un chico de aspecto triste, melancólico, y no sabía muy bien por qué, pero tenía la sensación de que llegarían a tener una gran amistad. Sentía que tenían algo en común. Quizás, si su ruptura con Ricardo estuviera más lejos, miraría a Daniel de otra manera, pero ahora no. Su corazón estaba roto, completamente destrozado, el hombre de su vida se había marchado sin dar muchas explicaciones, la había dejado sin contestar sus preguntas, y ella, se sentía como una gacela herida en el bosque, sola y sin fuerzas.

Sonó el despertador a lo lejos, como casi cada noche, se había quedado dormida en el sofá, enroscada en su suave mantita de cachemira. Se levanto desperezándose, tenía que darse prisa, o llegaría tarde.

Había pasado un día agotador, se sentía especialmente cansada, había quedado con Daniel a las 10h en la lavandería y ya se le hacía tarde, así que recogió el capazo con su ropa sucia, y se fue.

Desde fuera vio al muchacho sentado con un libro en las manos, empujó la puerta y entro.

Daniel levantó la mirada y le dedicó una amplia sonrisa a Blanca:

-Hola ¿llego tarde? (le preguntó ella)

-No, que va, soy yo que siempre llego antes, es una manía.

-¿Nos presentas? (le dijo señalando el libro que él tenía entre las manos)

Él, bajó la mirada hacia el libro, y sonriendo le contestó:

-Sí, claro: Mañana en la batalla piensa en mí, de Javier Marías (le dijo ofreciéndole el libro).

Ella lo cogió, y observando la portada le pregunto.

-¿Está bien?

-Debería decirte que sí, que es un estupendo libro, lleno de suspense y surrealismo, con preciosas citas de Shakespeare, pero lo cierto que es un poco aburrido.
Quédatelo, lo lees y luego me cuentas.

-¿Qué es una venganza?

-Bueno… ¿tanto se ha notado?

Compartieron carcajada y se dispusieron a introducir la ropa en la lavadora, para poder comenzar el lavado.

Mientras el bombo daba vueltas intermitentes entremezclando su ropa y formando torbellinos de espuma, Blanca y Daniel hablaban sin cesar del ayer, del mañana, de los sueños, las ilusiones, de aquellas cosas que creían importantes, aquellas cosas que solían callar. Blanca observaba las pequeñas arrugas que se formaban en la comisura de sus labios, mientras él no paraba de hablar. Adivinaba en Daniel a un hombre sensible, sin intención de esconder sus sentimientos, un hombre que no tenía miedo a reconocer sus debilidades. Y se miró en sus ojos, en los que vio un halo de tristeza, la sombra de la angustia oscureciéndolo todo, y sin casi darse cuenta, sin querer hacerlo, pero sin poder contenerse le pregunto:

-¿Te han hecho daño?

Daniel bajó la mirada, y empezó a juguetear nervioso con el anillo que rodeaba su dedo corazón.

-Perdona, perdona. (Le dijo avergonzada Blanca)

-No, tranquila, no importa, quizás sea mejor hablar de ello, para poder ir asumiendo un hecho que me cuesta admitir.

Daniel empezó a contarle una historia de amor, en la que dos corazones se encontraban en el espacio, dos almas se unían en el tiempo, porque el destino así lo había querido, porque tenía que ser así. Y ellos, dos hombres que tuvieron que salvar muchos obstáculos, y superar muchas barreras propias de sus perjuicios, habían conseguido aceptar lo que estaba por encima de todo escrúpulo moral, su amor, un amor puro y real, auténtico, que poco a poco había pesado demasiado en la conciencia de Ricardo, que había encontrado en Daniel su primer amor homosexual.

Daniel no pudo hacer nada por retenerle y lo dejó marchar, con tristeza, con frustración, y con un sentimiento punzante, doloroso, de culpabilidad.Blanca lo escuchaba absorta, con sus ojos llenos de lágrimas, oyendo su propia historia, contada por otros labios. Vio como el muchacho sacaba de su cartera una foto, que después de observar durante unos segundos, le tendió para que ella la viera. Blanca la cogió con delicadeza, como si se fuera a romper, y poco a poco, como con miedo, le fue dando la vuelta. Cuando sus ojos descubrieron el rostro que desde el papel le miraba, sintió como el aire se espesaba, y los latidos de su corazón bombeaban con fuerza la sangre, haciéndole sentir un intenso mareo en el que creyó desvanecer.
Lentamente alzo la mirada hasta cruzarla con la de Daniel, no hizo falta decir nada, el silencio lo dijo todo, y en aquel momento los dos supieron que estarían unidos para siempre por una profunda amistad.
En ese preciso instante, la lavadora comenzó a centrifugar.