AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

jueves, 24 de septiembre de 2009

Siluetas de mi silencio




Déjame flotar en el espacio de tu pensamiento, déjame que acunada por la brisa, te presienta como un último suspiro. No me quites la ilusión de dibujar tu silueta en la arena húmeda de la orilla de mi playa, ni de beber las gotas saladas de tu piel, que es la capa con la que cubro mis miedos, esos que guardo tan dentro.



Dame tu mirada, la que se pierde entre las llamas en las que se calienta mi esperanza, dame aquello que olvidamos en el camino, y que quedó prendido de las ramas en las que brotan nuestras ganas, ganas que callamos, y que de tantos silencios se desgastan. Dame la oscuridad de tu alma, y el pecado que te mata, dame tus ansias, tu deseo, tu pasión, dame tu rabia.

Y espérame entre las sombras, frías, heladas, entre las sombras de mis soledades, de mis silencios, entre las sombras que me abrazan cuando tú te marchas. Espérame, porque en la espera encontraras mis ansias, mi deseo incontenible, encontraras la pasión, que sin ti me mata.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Un mes sin ti


Hoy hace un mes, y… aunque tu recuerdo ya me provoca alguna sonrisa, todavía son muchas más las lágrimas, sé que llegará el momento en el que sólo habrá sonrisas, pero para eso, todavía queda algún tiempo. .. hoy te echo especialmente de menos.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Sonrisa de piedra



Esta tarde he estado esperándote sentada en el banco de piedra del parque de la iglesia. Como en aquellas tardes que te veía llegar por la calle de adoquines que sube desde la playa. El viento y las gaviotas se dejaban oír rompiendo el silencio de la solitaria plaza desde cuyo centro, me llegaba la pétrea mirada de la estatua de mármol de ojos saltones, que desde su frío pedestal me observaba descarada, amenazante, mordaz.


Preferí ignorarla y fijé mi mirada en el horizonte adoquinado por el que de vez en cuando, aparecía oscura la silueta del algún viandante solitario. Pero ninguna que me recordara a ti, ninguna tan esbelta, tan firme… tan tuya.


Empezaron a caer frías gotas de lluvia al mismo tiempo que las campanadas de la iglesia con su imponente sonido, provocaran el vuelo de las pocas palomas que todavía quedaban. Y tú te retrasabas, y yo esperaba, cada vez más empapada, más fría, más quieta. Empecé a temblar sin quererlo, incapaz de controlarlo, y entonces, al mirar la estática figura que me observaba desde el centro del parque, me di cuenta que me sonreía con gesto burlón, y fue entonces cuando caí en la cuenta, de que aunque no sabía exactamente cuánto, hacía ya algún tiempo que no aparecías por el camino de adoquines.


Que cruel es a veces la realidad.

lunes, 7 de septiembre de 2009

En gris


Aunque no lo creas, cada mañana, cuando el amanecer empieza a colarse descarado por las rendijas de mi persiana, conduciéndome al despertar de la vida. En ese instante en que mi mente posa sus pies en la realidad del nuevo día, tu presencia hace hueco en mi. No puedo decir en qué lugar exactamente, pero tiene que ser en un órgano importante, vital, porque apenas puedo respirar, y un dolor agudo me atraviesa como una espada de metal incandescente. Cada mañana, en ese instante mortal, creo que voy a morir, que ha llegado el día de no poder superarlo, pero luego, al segundo siguiente, la vida se abre paso de forma cansina pero firme.


Siempre espero, o más bien, deseo con todas mis fuerzas, que esa tortura implacable y absurda, desaparezca poco a poco dando paso a la paz tranquila y acogedora que llega siempre después de una feroz tormenta, pero de momento, y muy a mi pesar, ahí persiste, anclada en el tiempo, dándole ese lúgubre tono gris a todo lo que me rodea.


Entre mis piernas se han quedado grabadas las finas líneas de las yemas de tus dedos, parecen pequeñas venas varicosas de un brillante rojo rubí. Intenté hacerlas desaparecer frotando con un áspero guante de crin, pero todavía se acentuaron más, así que allí permanecen guardándote el sitio, que en tus ausencias, se hiela insufriblemente.


Y esa luz inexistente por tu carencia, que me ha dejado a media oscuridad, y me conduce por los límites de la irrealidad, es lo único que me acompaña cada día, sin faltar uno, puntual como un reloj suizo, fiel, como un perro lazarillo.


Ahora no puedo más, déjame, ya volveré en otro momento.