AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

domingo, 3 de junio de 2007

Rosas amarillas




Miro a mí alrededor y observo a mis compañeros, todos callados con semblante serio, nadie se atreve a decir nada. Esta será la última reunión que convoque ese cretino que durante los últimos cinco años nos ha amargado la vida. Por un momento me dan ganas de plantarme en medio de la sala y a voz en grito, como si de una sesión de alcohólicos anónimos se tratara, decir: ¡Sí!, ¡si señores!, ese hombre que está ahí, ¡Carlos Jiménez!, me ha ultrajado públicamente siempre que ha querido, me ha humillado delante de mis compañeros, ha tirado por tierra mi trabajo sin ningún tipo de escrúpulo, y me ha traicionado cuando menos lo esperaba. Y todo ello, ¡todo!, gracias a mi cobardía y a mi gran estupidez…. ¡Sí!, si señores, soy una tremenda estúpida, a la que ese individuo, ha vapuleado moralmente, una cobarde que nunca le ha plantado cara.


Me alejo un poco del grupo, y me apoyo en una columna. Me tiemblan las manos de la rabia, en mi mente se agolpan imágenes de llantos a escondidas, impotencias contenidas, muchos dolores de estomago, y largas noches en vela.


Cierro los ojos para que no se me llenen de lágrimas, aspiro lentamente, y me llega el inconfundible aroma especiado de Stile, de Sergio Tacchini, seguro que es Pablo. Efectivamente, en ese justo momento rodea mis hombros con su brazo, y acercando sus labios a mi oído, me dice lentamente:


- ¿Sabias que la mujer de Carlos, por fin ha conseguido quedarse embarazada?


- No (le contesto queda)


- Pues si, así es. Por lo que parece, él tenía problemas de fertilidad, y hace mucho tiempo que estaba en tratamiento. Se ve, por lo que me han contado, que su preciosa y delicada mujercita, ha utilizado el tema para machacarlo hasta la saciedad, y que incluso le llegó a amenazar con abandonarlo, si era incapaz de dejarla preñada.


Pablo se separa un poco de mi, levanta mi barbilla con los dedos índice y corazón de su mano derecha, hasta que mis ojos se encuentran con los suyos, me sonríe, introduce las manos en los bolsillos del pantalón, da media vuelta, y se marcha con su impecable traje gris marengo, y su empaque de galán.


Se me empieza a revolver el estómago, miro a mí alrededor, y veo como Blanca se aproxima con aire nervioso, dando esos pequeños pasitos que provocan la falda de tubo y los zapatos de tacón. En la mano izquierda un pitillo, en la derecha el móvil, de su antebrazo cuelga un bolso negro de piel de cocodrilo. No es que sea muy guapa, pero tiene mucho glamour. Cuando llega a mi altura, me señala con los dos dedos en los que mantiene el cigarrillo apagado, y me dice levantando la punta de la nariz:


-¡Sígueme!


Voy tras ella sin poder apartar mi vista del contoneo de sus caderas. No es de extrañar que no le pase desapercibida a ningún hombre. Se dirige a la salida, cosa que agradezco enormemente, puesto que ya voy necesitando un golpe de aire fresco:


- ¡Nena! ¿Sabes de que me acabo de enterar? ¡No te lo vas a creer!


- ¿Qué la mujer de Carlos está embarazada? (le digo levantando los hombros, mientras observo como se enciende el cigarro)


-¿Queeee? ¿Quién te ha dicho eso?


- Pues… Pablo hace un mom…


- ¡Que fuerte! ¡Que fuerte! ¡¡¡Queee fuerrrrrrte!!!


- Bueno, pues entonces, ¿que es lo que me ibas a decir? (le pregunto sorprendida)


- Resulta (me dice bajando varios tonos la voz, y mirando primero a un lado y luego al otro), que fuentes muy fidedignas (ella siempre tan interesante), me han comentado, que Carlos, ha tenido que estar en tratamiento psicológico, por problemas de alcohol.


- ¿Qué?


- Como lo oyes, y que incluso tuvo un episodio sospechoso con el coche, que se creé pudo ser un intento de suicidio. Ya ves, tanta mala leche, tantos aires de grandeza, tanto ridiculizarnos, y míralo, un vulgar borracho, el cabrón.


Blanca tira el cigarro al suelo con cara de desprecio, lo apaga con la punta del zapato, me mira, me sonríe, y se va.


Se ha levantado aire, un escalofrío me recorre el cuerpo, levanto el cuello de mi chaqueta y cruzo los brazos. Una furgoneta aparca delante de la puerta, de ella baja un joven muchacho con aire nervioso, abre las puertas traseras, y saca una preciosa corona de rosas amarillas, se acerca a mí portando las flores, y me pregunta:


- Perdona, ¿sabes en que sala está Carlos Jiménez?


- Si, sala 8 (le digo yo, como si de una película de cine se tratara)


Mientras el chico me da las gracias, leo la cinta de la corona: “Nunca te olvidaremos – tus trabajadores”, era lo mismo que le había oído decir a Pablo cuando encargaba la corona por teléfono. Y me viene a la memoria una conversación que tuvimos él y yo hace algún tiempo, sobre el lenguaje de las flores, en la que me explicó, que las rosas amarillas significan, “alegría de vivir”. Sonrío mientras veo como se aleja el muchacho, doy media vuelta, y me voy.

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