Fue suave, como la brisa marina de primera hora de la mañana, esa que al acariciarte las mejillas sonroja tu piel dándole el color del melocotón maduro. También fue cálido, como los brazos de la madre que mece a su bebé haciéndole dormir.
Se posó en mis labios para nutrirse de mi amor, como delicado colibrí suspendido alimentándose del néctar de la sabrosa flor. Y llenó mi alma de luz, como el arco iris ilumina el cielo aún nublado.
Llegué a pensar que jamás volverías a darme ninguno así… pero
todos tus besos fueron igual.
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