Dormía profundamente, cuando en mi piel, empezaron a posarse mariposas. Mariposas suaves, sutiles, vaporosas. Cubrían mi cuerpo desnudo de cualquier sensación, de cualquier tela, de cualquier líquido.
Se posaban lentamente, como a intervalos exactos, como medidos por el segundero de un reloj. Eran mariposas pequeñas, húmedas, incluso quizás, una pizca viscosas.
Fui poco a poco saliendo de mi ensueño, sintiendo en mi cuerpo el despertar de los sentidos, el calor febril de la piel floreciendo al deseo. Y mi mente descubrió que las mariposas que ella había creado, en realidad eran tus besos, tus labios posándose sobre mi cuerpo.
Y al entreabrir mis ojos, y observarte como un niño, concentrado en un cuento, me di cuenta, que no hay besos, ni abrazos, no hay palabras, ni deseos, no hay pasiones, no hay sueños, que expresen, todo lo que te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario