AQUELLOS SILENCIOS QUE MI ALMA HA GUARDADO DURANTE TANTOS AÑOS,AHORA HABLAN EN ESTE RINCÓN PERDIDO, EN EL QUE SE ENTREMEZCLAN LOS ECOS DE LO REAL Y LO IMAGINARIO, QUE LLEGAN, DESDE LO MÁS PROFUNDO DE MIS ADENTROS.

Tú acomódate, desnuda tu cuerpo y tu alma, embriágate del aroma a sándalo… y sueña.

martes, 31 de julio de 2007

Aquellos tiempos







Con quince años y un montón de sueños por cumplir, conocí a Alberto. Nos movíamos en los mismos ambientes, gabardinas mods , música de Depeche Mode y alguna que otra anfeta que siempre pasó de largo.
Nuestros cuerpos se movían entre el cálido reggae jamaicano y los mecanizados ritmos de Maniobras Orquestales en la Oscuridad.
Empezamos a salir y recorríamos Barcelona en su Vespa de colores. Él era un chico soñador que le gustaba imaginarse en un grupo musical con su gran amigo Pedro.
Se sentían incomprendidos por la sociedad, eran rebeldes… con muchas causas.
Un día como tantos de invierno, Pedro murió de una sobredosis.
Marchó sin despedirse, en silencio, imperturbable su nostálgico rostro. Tras de sí apenas dejó una suave estela cuyo murmullo entonaba una triste balada.
Alberto creyó que no había sabido entenderle, creyó que no había hecho lo sufriente, y se sintió en algo culpable de aquella muerte.
Con Pedro se fueron los sueños de dos adolescentes, enmudecieron las notas de una guitarra y la melancolía le tiñó de gris a Alberto el alma
En el tanatorio, los polis hacían pasar uno a uno a todos los jóvenes que allí asistían,
Pedro con su tez azul y sus negras ojeras, tenía que servir de ejemplo.
Alberto escondió sus lágrimas tras su largo flequillo Tecno Pop, y disfrazó su tristeza con volantes New Romantic, pero nunca olvido, y sobretodo, nunca perdonó.
Nos tocó respirar el aire de los ochenta, años convulsos en un país que recién estrenaba su libertad después de una larga dictadura.
Los jóvenes nos encontrábamos ante un mundo en el que todo valía, todo estaba a nuestro alcance. Marcados por una estricta educación, dudábamos entre el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto. Lo que nos habían contado no era lo que veían nuestros ojos, y con la sombra del miedo pegada a nuestros talones, nos dejábamos seducir por lo prohibido, y desinhibíamos nuestras mentes de toda represión, viviendo así la vida demasiado deprisa, adelantando acontecimientos que nos hubiera tocado vivir con más años, con más calma.
Con mis tejanos desgastados, mis botas de tacón y mi larga melena, iba de chica dura.
Pero mi dureza se hablando aquella larga tarde de primavera, sentada en la mesa de un bar, sin que nadie acudiera a la cita. En aquel momento no supe porqué, pero Alberto desapareció de mi vida.
Desairada y dolorida me tome la venganza con todo aquel que se cruzaba en mi camino, quería que sufrieran lo que había sufrido yo. El dolor, el rencor, y mi amor propio herido, me envenenaban el alma. Así que volqué mi odio en todo aquel que se dejaba querer. Utilicé y humillé a cada una de mis víctimas. Pero cuando conseguía mi objetivo, todavía me sentía más vacía, ya que eso no aliviaba mi dolor.
Hoy, después de muchos años puedo decir que nunca más, nadie me volvió a dejar, aunque no me sienta orgullosa de ello.
Pasaron los meses y yo seguí con mi vida, y cuando menos lo esperaba, volvió mi antiguo novio.
Cambiamos la Vespa por una Laverda, y la discoteca por un pub ingles. Allí pasábamos las tardes de sábado y domingo calentando nuestros cuerpos con apasionadas caricias mientras la música de Queen sonaba una y otra vez.
Por fin llegó el coche, un viejo R5 naranja butano en el que los asientos delanteros se abatían completamente. Esa era la mayor de sus virtudes. En él pasamos muchas tardes de lluvia en las que vimos aparecer el arco iris coronando nuestro amor.
Mas tarde y con mucho esfuerzo, conseguimos un piso, muy antiguo y de alquiler, pero con jardín, en un bonito barrio de Barcelona. Nos dejamos las manos, las rodillas y nuestros escasos ahorros restaurándolo, pero al final lo convertimos en nuestro cálido hogar. Los años pasaron y con ellos muchas cosas. Nos juramos amor eterno ante el altar, aunque no fue la muerte la que nos separó… pero eso, será otra historia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

:( :( :( :(